miércoles, 15 de junio de 2011

Conozco a una pibón impresionante, y utilicé mi ingenio para camelármela

Veréis, hamijos. Hay una moza/zagala que me trae de cabeza. Es un piboncete, pero de estos pibones recatados que parece que no saben lo que tienen, y que van por la calle ocultando los regalos que Dios les dio a la humanidad. Tiene un culete respingón que ay, y un par de brezollas que en tensión punta podrían rallar el acero. Bien turgentes, como dos medios cocos ahí puestos, pero sin los pelillos.

Os cuento, shurmanos. Resulta que ayer murió mi gata de vieja . Me la encontré encima de su trono de cojines recostada, pero ya no tenía la consistencia que otras veces. La toqué un poquillo y no se movía. Como no me apetecía ir a enterrarla, la metí en el congelador para enterrarla mañana. Niños, no hagáis esto en casa. Sé que no es muy ortodoxo, pero va. Cuando cerré el congelador se me ocurrió una idea para conquistar a la piba del párrafo anterior.
Dicen que las tías en las situaciones límite se conmueven y les sale el lado maternal. Ahí tenéis a Sawyer, que se trincó a Kate en la reja en el poblado de los otros. En el Mass Effect, el día antes de enfrentarse con Saren, Shepard se beneficia a una de las de la tripu. Pensé en utilizar a mi gata para dar pena a mi amiga la moza buenorra, para crear tensión en el ambiente y despertar en ella una compasión maternal por mí que subsiguientemente la llevara a consolarme, o más bien a consolarse ella con mi cigala.

Así pues, esta tarde la llamé sobre las siete, diciéndole que viniera, que la gata se me estaba muriendo, que estaba destrozado y tal. Tenemos suficiente confianza para que le pida esas cosas. Ella sabe lo que quiero a mi gata. Total, me dice que viene, y cuál es mi susto al colgar el teléfono que me acuerdo de que no he sacado la gata del congelador, que tiene que estar más tiesa que las patatas congeladas.
"Me cago en la puta de oro, hostia puta", empecé a gritar como un loco por la casa.

Tenía como 10 minutos, porque vive a dos manzanas. Saco a la gata del congelador y estaba toa llena de escarcha, que parecía la gata de Papá Noel. Cuando la puse en la mesa hizo el sonido que hace un ladrillo cocido. En ese momento tuve una idea cojonuda. Yo no sé cómo me las arreglo que siempre encuentro alguna salida. Metí la gata en el microondas (me cupo justa) y le puse el programa de descongelar, sobre 200 W, no más, que no quería hacerla pa' comer.

Casi me da un infarto cuando sonó el timbre. Ya voy, ya voy!, le dije, y mientras saqué la gata del microondas que seguía bastante fresquita, pero un poco tiernecilla ya, y la puse en la alfombra del salón. Luego me eché agua en la cara y me la lavé con la toalla basta que tengo que me deja la cara roja, y me acerqué una media cebolla a los ojos.

Cuando estábamos delante de la gata, me puse bastante contento, porque mi plan parecía funcioanar. X me acariciaba la espalda, y en un punto me rodeó la espalda y yo estaba ya to palote, pero fingiendo estar tristón por la muerte de la gata. En ese momento mi amiga quiso acariciar a la gata y por poco se cae pa'trás del susto que se pegó, shurs.

-Dios, qué fría está!

-Bueno, está muerta, qué esperas.

-Pero es que está hasta dura, mira.

Me puso la mano y aquello parecía un gato polar lo menos. Me miró con la cara un poco rara. Puse mi cabeza a funcionar a toda máquina y me inventé una excusa.

-Es que tenía hipotermia.

-Ah. Tío, pero si tiene hielo en el cuello.

-Te he dicho que tenía hipotermia. Hipo es poco y termia, temperatura. Es un síntoma, joder.

-¿Estás de coña?

-¿Que si estoy de coña? Conozco a esta gata desde que era niño, esta gata es mi vida, yo quiero a esta gata más que... más que a mi madre, joder, esta gata lo era todo.

Os juro que me creí el papel tanto que me salieron hasta lágrimas, jaja.

Se me terminó acercando y me abrazó. Yo me comprimí contra ella para sentir sus tetas.

-No te preocupes, estas cosas pasan. Dime si puedo hacer algo por ti.

-¿En serio?

En ese momento me entró la vacilación. Pero me armé de valor.

-Mira, la verdad es que en este momento necesito alguien que me consuele, que me dé amor, ya sabes. No sé, una mamadilla o algo podría valer, ya sabes, es que no me quito a la gata de la cabeza.

Me empujó y me dijo: tú eres gilipollas tronco!!
Me cogí un cabreo que no os imagináis.

-Y tú más, zorra, que no tienes compasión ni por los muertos ni por los vivos, con ese cuerpo de puta que traes, vete a que te coman las tetas por 5 euros, furcia, a fregar!!!!!
Bajó todo cabreada y cuando desde el balcón la vi salir por el portal le tiré el gato desde mi quinto piso, que cayó a medio metro de ella (hostia qué buena puntería) y se partió a la mitad por lo menos. Pegó un grito que tendríais que haber visto.

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