Prácticamente aislada del resto del mundo, durante un largo período, Socotra sigue siendo uno de los lugares más fascinantes de la tierra. Cerca de la naturaleza y la belleza natural virgen, esta isla perteneciente a Yemen, conserva una forma de vida que apenas ha cambiado desde la Edad Media.
La isla de Socotra es la isla más grande de la Tierra de Saba, tiene unos 120 kilometros de largo por 40 km de ancho y una población de 35,000 nativos que hablan el idioma árabe del Yemen. Pertenece a un grupo de cuatro islas periféricas, Abd Al-Kuri, Samha y Darsah.
La isla de Socotra es la isla más grande de la Tierra de Saba, tiene unos 120 kilometros de largo por 40 km de ancho y una población de 35,000 nativos que hablan el idioma árabe del Yemen. Pertenece a un grupo de cuatro islas periféricas, Abd Al-Kuri, Samha y Darsah.
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Se cree que algunas de las plantas y animales encontrados en la isla son, en realidad, reliquias antiguas de masa de tierra que se ha preservado como consecuencia del hecho de que el Macizo Haghir no ha sido totalmente sumergido.
Allí, los “pepinos” se hacen árboles ( Boababs ) y unas extrañas plantas con forma de sombrilla sangran una resina de un color rojo intenso, denominados “Sangre de Dragón”. Hace 10 millones de años se desgajó del cuerno de África y, desde entonces, es como si el tiempo no contara, manteniendo un eterno aislamiento con sus vecinos continentales.
Cuando Alejandro Magno dio órden de conquistarlas ya eran un fósil viviente. Hoy, este lugar irreal, el de mayor endemismo biológico de Oriente Medio, fascina a zoólogos y botánicos.
Este lugar en donde tanto la flora como la fauna se ven constantemente amenazadas por el intenso calor y la ausencia de lluvias, le han dado vida a las especies más extrañas del mundo, en donde los árboles, cuevas y matorrales configuran junto a los traviesos y colorados murciélagos de la zona, un escenario único en el mundo digno de una película de ciencia ficción o de una bitácora de exploradores alienígenas.
En las islas de Socotra también pueden apreciarse otro tipo de entornos naturales, y un buen ejemplo de ello son las dunas de Bedhula.
No es fácil acceder a estas islas ya que el gobierno yemeni, como es natural, las guarda con gran recelo. Existen una forma viable de llegar a estas islas, cogiendo un avión desde la ciudad yemeni de Sana’a; digo viable porque la otra opción existente es alquilar un barco local y tirarse tres días en alta mar en unas condiciones de seguridad bastante, digamos, “abstractas”. Aunque bien mirado, la opción marítima tiene su encanto y dosis de aventura.
Se cree que algunas de las plantas y animales encontrados en la isla son, en realidad, reliquias antiguas de masa de tierra que se ha preservado como consecuencia del hecho de que el Macizo Haghir no ha sido totalmente sumergido.
Allí, los “pepinos” se hacen árboles ( Boababs ) y unas extrañas plantas con forma de sombrilla sangran una resina de un color rojo intenso, denominados “Sangre de Dragón”. Hace 10 millones de años se desgajó del cuerno de África y, desde entonces, es como si el tiempo no contara, manteniendo un eterno aislamiento con sus vecinos continentales.
Cuando Alejandro Magno dio órden de conquistarlas ya eran un fósil viviente. Hoy, este lugar irreal, el de mayor endemismo biológico de Oriente Medio, fascina a zoólogos y botánicos.
Este lugar en donde tanto la flora como la fauna se ven constantemente amenazadas por el intenso calor y la ausencia de lluvias, le han dado vida a las especies más extrañas del mundo, en donde los árboles, cuevas y matorrales configuran junto a los traviesos y colorados murciélagos de la zona, un escenario único en el mundo digno de una película de ciencia ficción o de una bitácora de exploradores alienígenas.
En las islas de Socotra también pueden apreciarse otro tipo de entornos naturales, y un buen ejemplo de ello son las dunas de Bedhula.
No es fácil acceder a estas islas ya que el gobierno yemeni, como es natural, las guarda con gran recelo. Existen una forma viable de llegar a estas islas, cogiendo un avión desde la ciudad yemeni de Sana’a; digo viable porque la otra opción existente es alquilar un barco local y tirarse tres días en alta mar en unas condiciones de seguridad bastante, digamos, “abstractas”. Aunque bien mirado, la opción marítima tiene su encanto y dosis de aventura.
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